Diario de un paguita, XIII. ‘It’s ok not to be ok’

Hace 2 días que tuvimos que decirnos adiós. Tuvimos que despedirnos, sin saber exactamente por cuánto tiempo, aunque los dos nos prometimos vernos lo antes posible. Y a pesar de que puede que no nos volvamos a ver nunca más, yo sé que me he quedado con una parte de ti, igual que tú te has llevado una parte de mí contigo, allende los mares. 

Sabes que no suelo llorar, y que los grandes cambios o sentimientos fuertes no me afectan desde el primer minuto, y esto no ha sido una excepción. El jueves conseguí controlarme, porque estábamos allí, con mi hermano, y simplemente no podía permitirme que me viera derrumbarme, como estoy ahora, a solas en mi habitación de un piso de estudiantes en una ciudad, un país, que ya no compartimos. Este sentimiento de soledad, de vacío, ha caído sobre mí como un jarro de agua fría, que cala hasta los huesos y te corta la respiración durante unos instantes. Y han sido en esos instantes, no sin ayuda, cuando he empezado a llorar. 

¿Por qué te has tenido que ir y dejarme solo? ¿Cómo se supone que voy a seguir adelante ahora? Son preguntas que no necesitan respuestas, por supuesto. Sé que tú no querías irte, que era la última opción, pero míranos… a más de 9.500 kilómetros de distancia. Creías que esto me iba a afectar menos que a ti, ¿no es así? 

Sin embargo, no es nuestro estilo celebrar algo con lágrimas. Lloraremos como niños al principio, pero no quiero que lo que defina nuestra amistad sea la distancia. Voy a quedarme con cada recuerdo, bueno o malo, no importa, y los recordaré como parte de los mejores años de mi vida. Y espero que tú hagas lo mismo, mi niña. Quiero que, en cuanto hayan pasado las lágrimas, pensar en mí te haga sonreír y recordar las veces que el Sol acarició nuestros ojos estando juntos.

Y esto no es una despedida. Bueno, sí, claro que lo es, pero es sólo una despedida física, porque sé que cruzando el Atlántico tengo una casa, una hermana, un corazón que de verdad me desea todo lo mejor, y lo mismo se aplica para ti. Siempre vas a tener aquí a tu otro hermano, no de sangre, sino de elección, que no importa cuánto tiempo haya pasado, siempre estará deseando abrirte sus brazos una vez más.
Sé que es muchísima la distancia que nos separa, pero no me preocupa, porque nos conozco. Porque sé que aunque vayamos a pasar periodos de tiempo sin poder hablar tranquilamente, eso no significará que nos hayamos olvidado el uno del otro. Simplemente, el día que nos pillemos, será como si hubiésemos terminado de hablar apenas unas horas antes. Y es como debe ser, porque fuerte y sólida como es nuestra amistad, entenderemos que ahora es simplemente un grado más difícil, pero que seguimos estando en los pensamientos del otro.

La tristeza es inevitable, para todos. ¿Cómo debes sentirte cuando tus mejores amigos acaban de cruzar un océano en busca de una vida mejor? ¿Te alegras por ellos, porque tendrán mejores oportunidades, o te deshaces en lágrimas por lo que se llevan con ellos?
Cada día, cada noche, cada salida, entrada, cada momento, cada mirada contigo están guardadas en una cajita dentro de mi corazón, donde se alojarán sin fecha de salida. Porque tú, preciosa mía, tú eres mi vida, y no te quepa ninguna duda de que jamás, no importa cuánto tiempo pase, me olvidaré de ti. De ti, de ti conmigo, de ti en mi.  

La quiero muchísimo más que a nadie, Nany.

«A true friend never gets in your way unless you happen to be going down.» – Andrew C. Glasow.

PS: Si quieres saber qué consiguió hacerme llorar… http://www.youtube.com/watch?v=vrYrtBDbF2A. Preciosa.

Deja un comentario