BSO de un paguita, V. ‘Impossible’

¡Hola a todos! De nuevo, con todos vosotros, una nueva entrada sobre la banda sonora de mi vida. O al menos una parte, ya poquito a poco creo que conseguiré hacer una ‘playlist’ decente. En esta ocasión, traigo una cover de la versión original (que también me vuelve loco, todo sea dicho). Con todos vosotros, ‘Impossible’, originalmente de Shontelle, cantada de una manera sublime por James Arthur en el concurso británico ‘The X Factor’: http://www.youtube.com/watch?v=lJqbaGloVxg (esta es la versión de J.A. Aquí os dejo otra que he encontrado muy curiosa, con ambas versiones juntas http://www.youtube.com/watch?v=xxVczOThIzg)

Simple y llanamente, esta canción es preciosa. Tanto interpretada por Shontelle como por James Arthur, la melodía, la letra y la armonía de los tonos se clavan como puñales en mi pequeño corazoncito. Es de tema amoroso, para variar un poco y eso – irónicamente hablando, por supuesto. Sin embargo, es doloroso. Desgarrador. Cuando la escucho es como sentir una mano fría contra mi pecho, haciéndome recordar todos esos sucesos que no terminaron demasiado bien.

La letra habla, más concretamente, de una ruptura. En un arrebato de orgullo y dolor, la voz principal se dirige a su antiguo amor, recordándole toda la situación y haciendo ver cómo todas sus ideas, todas sus esperanzas para los dos se han tornado en lágrimas.

Probablemente todos nosotros pensemos en alguien cuando suena esta canción. He acertado, ¿verdad? Pues bien, si no es mucho pedir, por favor mantened la imagen de esta persona en mente. Recordad el sonido de su voz, cómo se curvaban sus labios al sonreír, cómo solía pasarse la mano por el pelo, sí, de aquella manera tan bonita y única que tenía… Lamento deciros que por esa persona habríais dado vuestra vida. Es impossible, valga la redundancia, que todas las historias de amor salgan bien. Y si queréis mi opinión, las más bonitas no siempre son las que tienen un final feliz. Sé que soy toda una drama queen, pero encuentro que las historias tristes y sufridas son bien bonitas. Sin embargo, esto no dura para siempre, y a medida que va pasando el tiempo empezamos a ver la luz, poco a poco y pasito a pasito, hemos conseguido dejar atrás a esa persona tóxica.

Y tras todo ese calvario, tras tantas noches pensando que algo falla en nosotros por no ser capaz de conseguir a esa persona… aparece ella. Sí, esa otra persona que nos hace recuperar la ilusión, que tira de nosotros y nos devuelve a nuestra base. No me refiero únicamente a un nuevo interés amoroso, también pueden ser amigos, hermanos o gente a la que te sientas unido. A pesar de que ahora hemos alcanzado un buen equilibrio, cada vez que recordemos esa historia y a esa persona, algo se volverá a romper en nuestro interior. Pero ya no nos duele. Hemos crecido y hemos aprendido a valorarnos, a volver a ver esos recuerdos sin que nos afecten como las primeras veces. Ahora somos mucho más fuertes. E incluso creo que deberíamos darle las gracias a esa persona, porque al dejarnos ir, le dio la oportunidad de encontrarnos a alguien que de verdad nos merecía. Ya sabéis esa frase que decía algo así como que hay ciertas personas que están hechas para que las amemos pero no para estar en nuestras vidas. Pues al recordar vuestra historia o al sufrirla una vez más, acordaos de esto. Probablemente le amaréis como a nadie, y no está mal. Lo que está mal es que nos dejemos la piel en intentar que nos corresponda, cuando no lo vamos a conseguir. Y, ¿quién sabe? Quizás algún día vuelvan a cruzarse nuestros caminos, y podremos llegar a sonreír al saludarle con la cabeza por la calle.

Finalmente, quiero cerrar esta entrada con una dedicatoria. Para vosotros, todos esos que habéis sufrido por amar a la persona incorrecta: enhorabuena. Habéis sobrevivido a la lucha más dura de todas, la que tenemos con nosotros mismos. Para vosotros, los que la estáis viviendo ahora y no podéis ver el final: tranquilos. No hay mal que 100 años dure ni cuerpo que lo resista. Dolerá, no será fácil, pero acabaréis superándolo. Y para vosotros los que aún no la habéis visto venir: preparaos. Tras la muerte de un ser querido, este es el mazazo que más os dolerá en vuestra vida. Pero ya sabéis que sois fuertes y que podréis continuar hacia adelante, porque el mundo, gracias al cielo, no se acaba cada vez que encontramos una persona que no nos aprecia.

 

‘Falling out of love is hard, falling for betrayal is worse.’ – Shontelle/James Arthur.

Diario de un paguita, VIII. ‘Despedidas’

Nunca me han gustado las despedidas. Odio la típica escena peliculera de aeropuerto, con la familia del prota llorando porque se va, a pesar de que luego le tendrán en casa Navidad sí y Navidad también. No soporto los típicos abrazos incómodos en las estaciones, o simplemente en tu casa, porque en realidad no quieres decir adiós. Y no es que no me gusten por tener que irme, no me gustan por lo difícil del momento. Prefiero mil veces un abrazo sencillo y un ‘hasta luego’ e irme solo, que una escenita con mucho sentimiento. Supongo que me pasa porque la segunda opción es demasiado intensa, tanto, que me da la sensación de que es una despedida más real que la primera.

Hoy digo adiós a la que ha sido mi casa durante nueve meses, e irónicamente, nos despedimos solos, ella y yo. Mis compañeros ya se han ido, así que he tenido tiempo de hacerme a la idea e ir rememorando buenos y no-tan-buenos momentos mientras me despido de cada habitación. Algo que me ha resultado muy curioso es que yo fui el último inquilino en entrar al piso, y también soy el último en irme. Pero esto me pasa con todo: cuando quedo con amigos, cuando viene gente a mi casa, cuando conozco a gente mientras estoy de viaje. Siempre prefiero irme el último y ver partir a todos los demás, qué se le va a hacer. No sé si a alguno de vosotros también le pasa, si es así, será un honor que lo compartáis justo abajo, en un lovely comentario. 

Hoy, además, he tenido que decirle adiós a una persona con la que he compartido de todo menos casa durante casi 4 años. Nunca he tenido pareja, por lo que no puedo compararlo con exactitud, pero supongo que debe sentirse algo parecido. ¿Os habéis parado a pensar en lo que pueden cambiar las cosas antes de que nos demos cuenta? Yo tengo que reconocer que soy de procesamiento lento, y no suelo ver venir las cosas, así que quizás es algo que sólo me sorprende a mí.

Sea como fuere, estoy intentando (por difícil que sea) tomarme esta despedida como todas las demás: nada definitivo, algo temporal, olvidando las malas experiencias y quedándome únicamente con la mejor parte. Porque al final, no importa cómo vivas tu vida, lo que de verdad marca la diferencia es tu manera de enfrentarte a las circunstancias difíciles. Algunos podrán decir que es una rendición sin intentar luchar, pero yo lo veo como respeto a una decisión. ¿Quién decide algo esperando que la otra persona lo rebata y haga lo contrario? Yo al menos no. 

Si lo estás leyendo, cosa que espero (porque significa que sigo importándote lo suficiente como para que quieras saber cómo estoy), quiero repetirte lo que te dije antes: entiendo que tomaras esta decisión si era lo mejor para ti. No te voy a guardar rencor, ni siquiera estoy enfadado, aunque quizás tú pienses que debería estarlo, no sé. Y quiero que tengas muy claro que puedes recurrir a mí si alguna vez tienes un problema, porque todavía me preocupa tu vida. 

Ahora, aunque quizás no te importe mi opinión, voy a escribir algo para ti. Puedes seguir leyendo o salir ya, pero siento que es algo que tengo que hacer si de verdad no vuelvo a saber nada de ti…
Estos 4 años no han sido un camino de rosas para ninguno de los dos. Muchos cambios (algunos incluso no eran malos), muchas conversaciones, mucho dinero gastado en cierta cafetería/santuario (en el antiguo, porque el nuevo no es igual). Y poquito a poco, a pesar de lo que me cueste decírtelo cara a cara, te fuiste convirtiendo en una parte de mí, como un tercer brazo. O no, mejor, como un segundo corazón. Juntos hemos enfrentado rupturas, muchísimas dudas, problemas familiares e incluso un desahucio. Y a lo largo de estos años, construimos una conexión que, por mi parte, no se va a venir abajo por mucho tiempo que pasemos separados. Porque en mi interior sé que, si nos volvemos a encontrar dentro de 30 años, yo seguiré pensando en ti como lo hago ahora, como una parte de mí.
Y mientras los años y los problemas pasaban, te vi convertirte en lo que eres ahora: una persona obligada a madurar mucho antes de lo normal, teniendo que hacer frente a problemas que nunca deberías haber sufrido. Pero, a pesar de todo, tú siempre has sido del tipo de persona que no se rinde. Quizás no consigues avanzar en algo, pero tampoco retrocedes. Siempre pienso en ti cuando me topo con la frase ‘más vale morir de pie que vivir de rodillas’. Y estoy terriblemente orgulloso de ti, de lo que has hecho, de lo que tienes que hacer y de la persona que en la que acabarás convirtiéndote. No soy una persona cariñosa, ni de las que están siempre encima tuya, y quizás hayas llegado a pensar que las cosas no me importan… pero sí que me importan, y mucho, aunque intento que no se me note. Me duele muchísimo tu situación, y que alguien tan…noble creo que sería la palabra, que alguien tan noble se vea obligado a soportar todo esto, me frustra y me hace tener cada vez menos fe en la humanidad. 

Finalmente sólo me queda darte las gracias. Gracias por todo lo que has hecho por mí, por esas cosas que sé que has hecho y también por esas otras que has hecho pero que no me has dicho. Especialmente por esas. De verdad que he intentado estar a tu altura, pero sé que no siempre lo he conseguido. No soy tan idiota como para no saber que tú siempre has sido mucho mejor persona que yo, y cuando te miro veo la persona que me gustaría llegar a ser. No es peloteo. Estoy intentando decirte todas las cosas que no he podido, no he querido o no me he atrevido a decirte en todo este tiempo. Es tarde, lo sé, y de verdad que no espero una reacción peliculera de que te emociones y vuelvas a hablarme. Bueno, en realidad si espero que te emociones aunque sea un poquito, porque estoy poniendo toda mi alma en esta despedida, como también la puse en aquel tablón que te dediqué por tu cumpleaños. 

Muchísima suerte en todo. Te deseo todo lo mejor, y que te equivoques mucho, muchísimo. Porque los dos sabemos que es la única manera de aprender. Y si hay alguien que conozca que pueda superar un error y sacar una lección de él, eres tú. Espero que nos encontremos algún día y podamos sonreír al vernos, recordando todo lo que fuimos el uno para el otro. Te quiero muchísimo.

 

‘No te olvides del día que separó a tu vida de la pobre vida que me tocó vivir.’ – Shakira.

Diario de un paguita, VII. ‘Gracias’

Ya estoy aquí, una vez más. Y además… CON MI PRIMER AÑO DE CARRERA FINIQUITADO. Estoy que no quepo en mí de alegría. Pero tengo que reconocer que podría haber hecho muchiiiiiísimo más de lo que he hecho este año, la verdad. Así que el año que viene, pienso pelear por una matrícula de honor como si formase parte de los Careers (aquellos que no habéis leído ‘The Hunger Games’, no merecéis estar aquí. Fuera. No no, venga, os perdono. Seguid leyendo. VOLVEEEEEEEEEEEED OS DIGO).

En fin, que ahora ha llegado el momento que todo el mundo estaba esperando, el maldito verano que tan poquito me gusta. Pero es lo que hay. El caso es que el viernes celebramos la cena de fin de curso, mis classmates y yo. Salimos a cenar y obviamente había que salir de marcha, así que cogí las-que-pensaba-que-eran mis mejores galas, me enfundé en ellas y salí a pasarlo bien. Mientras cenaba con algunos de mis compañeros (porque, lamentablemente, no pudieron venir todos) caí en la cuenta de lo bien que lo he pasado este curso. Cuando empecé, tenía los típicos nervios del primer año: si podría llevarlo todo, si habría gente que mereciese la pena… Y por Dios que si la hubo. 

No pienso hacer una entrada mencionando a mis nuevos hamijitos ni nada de eso. Sobre todo, esta es una entrada de agradecimiento, en general. Creo que en la vida que llevamos, siempre tan acelerada, tan queriendo conseguir cosas, no nos paramos pensar en lo que tenemos, y cuando lo hacemos es o porque lo hemos perdido o porque nos lo han quitado. He visto a una gran chica luchar y vencer a una enfermedad importante. He visto otra gran chica sufriendo porque quizás tenía que dejar la carrera y ponerse a trabajar. He visto a otro compañero dando bandazos porque necesitaba cariño. Todo lo que he visto o he creído ver, me ha hecho frenar en seco y, de verdad, dar las gracias por lo mucho o poco bueno que haya en mi vida. Por tener una salud más o menos en condiciones. Por poder tener la oportunidad de estudiar y formarme. Por saber que el amor no se busca, sino que te encuentra. En resumen, estoy muy agradecido y creo que no lo digo lo suficiente. 

Esto me lleva también a otro tema, me hace acordarme de mi familia. Haciendo balance de este curso, me he dado cuenta de que ha sido la primera vez que he estado tanto tiempo sin ellos (todo un logro teniendo en cuenta que soy hijo de padres separados) y, aunque he disfrutado de la calma y la libertad, sé que me estoy perdiendo cosas que nunca volverán. Mis hermanos pequeños no son ya tan pequeños. Mis padres y sus respectivas parejas no están ya tan jóvenes, ni con tantas ganas de guerra. Y a pesar de lo mucho, muchísimo que me pueda llegar a quejar de todo, hay días en los que te das cuenta de que al final, lo único que te queda es tu familia. Gracias, Destino, por haberme dado tantas cosas buenas. Y, sobre todo, por haber podido darme cuenta de lo mucho que vale cada minuto de una vida.

 

Develop an attitude of gratitude, and give thanks for everything that happens to you, knowing that every step forward is a step toward achieving something bigger and better than your current situation.’ – Brian Tracy.

BSO de un paguita, IV. ‘Just give me a reason’

De nuevo, domingo de madrugada. Y de nuevo, una entrada más en mi blog. 
Esta vez, y aunque sé que esta sección suele estar más repartida en el tiempo, vengo con una nueva canción para la banda sonora de mi vida. Espero que os guste, de todo corazón. ;).

Hoy, y en honor a ciertas personas, el tema que he elegido es el archiconocido ‘Just give me a reason’, de P!nk ft FUN. : youtube.com/watch?v=OpQFFLBMEPI

No cabe duda de que esta canción ha sido un big hit, un fenómeno de masas que ha cautivado a medio mundo. Y no es para menos. Dudo que para mí el tema de la canción signifique algo diferente que para vosotros, pero es especial además por otras razones. Yo nunca la había escuchado hasta los exámenes finales de febrero, cuando un buen amigo me dijo: «Eh, Chema, mírate esta canción porque creo que te va a gustar«. Y ¡ZAS! Completamente enamorado de la melodía, el ritmo, y cómo no, de la armonía entre las voces de P!nk y Nate Ruess (el vocalista de la banda estadounidense FUN.).

Y, por supuesto, no puedo olvidar mencionarla a ella, mi musa, mi ‘musical soulmate’, la chica cuya voz es la madre de mis mejores sueños. No puedo hablar mucho sobre este aspecto, pero sé que me está entendiendo, señora de Élysées-Alcaide. Bonita.

Bueno, y después de mencionar a estas dos personitas, ambas importantes para mí, voy a intentar limpiar, ordenar y alisar alguna idea de mi mente sobre cómo empezar a hablar de esta canción.

Creo que, a pesar de todo el drama, de toda la pena, esta canción es todo un himno al amor. Sí, sí, veréis: ella cree que se ha acabado todo, y él piensa que ella está delirando (algo un pelín irrespetuoso, no sé cómo lo veis), pero sin embargo, ambos unen sus voces en una melodía para recuperar ese ‘amor perdido’, que resultó no estar tan perdido. 

De principio a fin, esta canción es una de las que más me hace cerrar los ojos e imaginar. Me imagino en el lugar de ella, en el de él, y no sé si es porque uno es más sensiblón de lo que cree o porque este tema es simplemente sublime, que consigo sentir el dolor de los dos. 

Todo esto me recuerda a una foto que va pululando por Facebook, de una pareja de personas mayores, y un pie de foto que dice: «Cuando le pregunté cómo se las habían arreglado para continuar juntos desde hace 65 años, la señora me contestó: ‘Nacimos en una época en la que si algo se rompía, lo arreglabas… no lo tirabas.'» ¿No es precioso? Es algo que últimamente estamos perdiendo, y no se puede negar. No sé si debido a los avances tecnológicos, los científicos o incluso los avances sociales, el caso es que esta mentalidad nos resulta muy curiosa y romántica cuando no debería ser así. Así que, de ahora en adelante, recordemos: cuando algo esté roto, intentemos arreglarlo antes de tirarlo.

‘No, nothing is as bad as it seems’ – Nate Ruess (P!nk ft FUN., ‘Just give me a reason’).

Diario de un paguita, VI. ‘Yo te quería’

«César volvió a casa aquella noche. Había sido un día como cualquier otro. O lo era, hasta que intentó entrar al dormitorio, donde un par de voces aceleradas le gritaron que esperase. Se sorprendió, aunque no para bien. Tras un par de segundos, Paula y Miguel salieron de la habitación, acalorados, sonrojados, visiblemente nerviosos. 
– Yo.. Estábamos hablando de.. de pintar la pared. – dijo Paula, inquieta, sin poder mirarle a los ojos. Mientras tanto, Miguel tomó aliento y asintió, intentando hablar.
– ¡Exacto! Es un precioso color hiel, pero no termina de ser lo que… – añadió éste, y al no saber muy bien cómo terminar, decidió callarse. César les miraba a los dos. ¿Cómo podían pensar que él se tragaría algo así? No dijo nada. Asintió, se dio media vuelta y salió por la misma puerta por la que había entrado. Y anduvo.

Anduvo, anduvo, y anduvo. Hasta no saber muy bien cómo había llegado a aquel parque. Encontró un banco perdido entre los pinos y se tumbó sobre él, mirando cómo, poco a poco, la noche le iba ganando la partida a la luz del Sol. ‘Bastante irónico’, recuerda haber pensado. No tenía palabras. Cerró los ojos, en un intento de ordenar sus pensamientos, pero asombrosamente… no había nada que ordenar. Literalmente, nada. Resultaba impresionante la manera en que este tipo de situaciones no te mata, como un disparo en la cabeza, a pesar de que te destroza en niveles muchísimo más profundos. Él la quería, la entendía, la acompañaba. Aunque quizás… eso no había sido suficiente. 

– Yo te quería, Paula. Día tras día, me levantaba sabiendo que podría verte una vez más. Y noche tras noche me iba a dormir con la sensación de que el día había merecido la pena, por tan sólo 30 minutos a tu lado. Quizás lo sabías, quizás no. En cualquier caso, tampoco pareció importarte. Seguías ahí, tan amigable como siempre. Con tu sonrisa, perenne entre tus mejillas. Con tu mirada, profunda, oscura como una noche de invierno. Pero yo, a diferencia de muchos, no te quería por eso. Me enseñaste a mirar más allá. Me gustó tu mente, Paula. Pero me enamoré de tu alma. Yo hubiera podido amar cada uno de tus pequeños y grandes defectos. Hubiera adorado todos los complejos que tuvieses, porque te hacen especial. Si me hubieses dejado. Sabía que nunca iba a alcanzarte, pero eso sólo me hacía quererte más, enfocado de una forma diferente. De todas formas, que fueses feliz era lo único que me importaba. Pero supongo que tú no querías eso. Supongo que tú no me querías de ninguna manera

César abrió los ojos. Y casi al mismo instante, separó sus párpados y miró a su alrededor. Se levantó del banco, mas no de su letargo. Y de nuevo, anduvo, anduvo, y anduvo. Pero esta vez sabía que no iba a detenerse en el próximo parque.»

 

At some point of your life, you will become aware that some people can stay in your heart but not in your life.’ – Anonymous.

BSO de un paguita, III. ‘More than words’

Dios mío, ¡una semana ya de la última entrada! Menos mal que me leen cuatro gatos…
Estamos en época de exámenes, lo que es igual a decir que no tengo nada para contar. Soltaría el rollo de que si libros y subrayadores, pero yo estudio directamente de los powerpoints – such a badass. Por lo tanto, y como no podía ser menos, esta semana he decidido hacer una nueva publicación de la banda sonora de la vida de Chema Élysées. Tengo que aclarar, ya que me lo han preguntado, que las canciones no están puestas por ningún tipo de orden. Todas son un pedacito de mí.

Dicho esto, doy paso al tema que traigo en esta ocasión: ‘More than words’, by Xtreme (http://www.youtube.com/watch?v=UrIiLvg58SY).

La canción, para no variar, es bastante romanticona, pero soy de los que piensan que sólo hay 4 grandes emociones en la psique humana: el amor, el dolor, el miedo y la esperanza (porque el odio no es más que otra vertiente del amor). Siendo así, si os dais cuenta, todas las canciones que nos mueven por dentro suelen encajar en uno de estos cuatro ‘cajones’. Aunque no tiene por qué ser así con todas.

Volviendo a la canción, creo que no voy a entrar demasiado en explicar de qué trata, sino más bien en contar, una vez más, qué significa para mí. De eso se trata, ¿no?

Esta canción saca una parte bastante ñoña, seamos sinceros. Como su propio título indica, hay veces en las que necesito algo más que palabras, a pesar del valor que les concedo a éstas. Un gesto, una pequeña acción, una simple mirada. Todo eso me sirve para creer, para confiar en que de verdad soy importante para alguien. Pero a todos nos pasa, ¿verdad? Todos tenemos que ver que lo que nos dicen es cierto, y la mejor manera de hacer eso es demostrándolo.

‘Hold me close, don’t ever let me go.’ – Xtreme.

Diario de un paguita, V. ‘Nosce te ipsum’

Conócete a ti mismo. Son apenas 4 palabras, cuyo significado entraña muchísimo más de lo que en realidad creemos. 

Este fin de semana, o bueno, más bien este sábado por la mañana, tuve tiempo de estar solo. Mis compañeros de piso se habían ido a no sé qué rollo de hacer fotos (que, por cierto, podéis ver algunas de sus fotos aquí), por lo tanto, tenía hasta el mediodía para procrastinar todo lo que quisiese. Al menos sin sentirme culpable. Hacía un par de semanas me había gastado un dineral en cierta tienda de ropa sueca, y me habían «regalado» varios vales de descuento de unos 5€, así que decidí salir a gastarlos. 

Al principio intenté hablar con varios amigos, para ver si alguien quería unirse a una mañana de shopping, pero con patético resultado. Todos tenían cosas que hacer. Normalmente no hubiera ido yo solito, pero ese día me sentía un niño grande, por lo que tomé el primer autobús hacia el centro, y me planté allí (no big deal, lo sé). Nunca había ido de compras solo, y siempre había pensado que sería muy aburrido. Surprise! Lo pasé incluso bien.

¿No creéis que a veces vamos tan, tan rápidos, tan programados, que no nos da tiempo ni a pensar en otra cosa? Esa mañana tuve, al fin, tiempo. Al final, las compras resultaron ser lo de menos (aunque tengo un pack de bóxers y una mochila nueva bien bonitos). Como iba diciendo, decidí invertir ese tiempo en pensar. Es irónico que, con todo lo que hablo al cabo del día, con tanta gente, nunca hablo conmigo mismo de una forma seria. Porque lo que hago mientras limpio es refunfuñar. 

Bien, el caso es que en esas horas on my own me di cuenta de la falta que me hacía bien un ratito solo. Como una pequeña fuga de esta presión social o baile de máscaras, en la que cada una sonríe incluso más que la anterior. Me dio por pensar, básicamente, en la universidad. En cuánto tiempo había pasado ya, lo poco que me quedaba para volver a mi pueblo… E hilando  e hilando llegué a un tema que casi nunca trato: la amistad.

No soy un chico que tenga muchos amigos. Recalco, amigos. Conocidos tengo muchos. También compañeros de copas. Y de clase, infinidad. Pero pocos amigos de verdad. Y, haciendo balance, tampoco he hecho muchos este año. Aunque tampoco tenía esa intención.
No me considero una persona tímida, ni introvertida, y mucho menos con ansiedad social ni cosas así. No me incomoda hablar con gente que no conozco, incluso lo considero algo enriquecedor. Pero soy muy, muy, muy específico a la hora de considerar a alguien un amigo.

Supongo que es algo comprensible, ¿verdad? Esto, tristemente, no es la escuela primaria, donde todos éramos amigos…

Me estoy desviando. A lo que voy. Mientras rebuscaba entre los montones de ropa, me dio por repasar mi relación con todos y cada uno de mis compañeros, y, aunque hay un par de cosillas que me hubiera gustado haber pulido, no me arrepiento de gran cosa. Ha habido de todo, ciertamente: primeras amistades que luego te defraudan un poco, otras interraciales, otras que no esperabas tener, otras… otras que quizás no he sabido manejar y, mis favoritas, ésas que lamentablemente aparecen en los últimos capítulos, pero que cambian el final del libro. (Si os dais por aludido en alguna de ellas, sentíos libres de comentarlo)

Creo que, dentro de lo que cabe, ha sido un año fructífero. Y, sinceramente, sé que a algunos de ellos me los llevo para siempre.

‘True friends stab you in the front.’ – Oscar Wilde.

Diario de un paguita, IV. ‘Diva’

La entrada de esta… ocasión (diría semana, pero no escribo semanalmente, así que es algo complicado) va dedicada a una palabra que me ha ayudado a crecer y sentirme seguro en un mundo que no siempre acepta a los que son diferentes. Y antes de que dejéis de leer o saltéis con que son ínfulas de mariquita con un ego desmedido, lo voy a aclarar: para mí esta palabra tiene matices distintos a los que todos pensáis.

Se suele entender como diva una personalidad engreída, egoísta, con aires de superioridad y bastante exigente con los que le rodean. Vale, sí, esa concepción está MUY extendida. Ahora, si mi pequeña neurona quiere colaborar, os explicaré lo que significa para mí ser una diva. (Como dato, existe un masculino, pero pierde toda la gracia.)

Seguridad, confianza, convicción, infalibilidad. Quizás podemos añadirle unas pizcas de talento, ambición, ansias de volar y un poco bastante de tozudez. Probablemente ese sea el ingrediente esencial. Esto, señoras y señores, es mi idea de diva. Y es lo único que, en muchas ocasiones, ha conseguido mantenerme en pie. Queramos o no, todos tenemos una diva dentro de nosotros, dándonos fuerza y animándonos a seguir. Susurrándonos lo que queremos y cuándo lo queremos.
O, en su vertiente más musical, exigiendo ‘R-E-S-P-E-C-T.’ (Al que entienda este pequeño guiño le llevaré en mi corazón por siempre).

Algunos seguiréis pensando que es una mariconada, y el usarlo en femenino no ayuda a que cambiéis esa idea. Pero para mí, esta palabra está por encima de todo género. En mi interior, diva es, básicamente, nuestro amor propio, nuestra dignidad. Diva es esa vocecita que escuchas cuando ves que alguien se está colando, diciéndote ‘Ni de coña, chaval’. Diva es, a fin de cuentas, ORGULLO. Pero del bueno, ya sabéis.

Como decía al comienzo de la entrada, esta palabra me ha hecho continuar cuando ya creía que no podía más. Y me hizo más fuerte. Creo haber dicho también que ser diferente es difícil. Y por diferente me refiero a cualquier cosa que te haga resaltar, desde una verruga en tu cuello a tu orientación sexual, pasando por tu forma de vestir o peinarte. Es esa mala edad, entre los 13 y los 16, cuando todos nos volvemos más lobos y menos corderos, y empezamos a atacarnos entre nosotros. Mucho tuve que escuchar. Bueno, escuchar sólo de los que eran lo suficientemente valientes como para decir algo. La mayoría de las ocasiones soportaba miradas y susurros, por no ser como se supone que es todo el mundo. Lo pasaba mal, hasta que esta palabra llegó a mí. Y desde ese día, lo juro, jamás volví a agachar la cabeza al caminar por la calle. Porque me había vuelto una diva, y el resto del mundo no me importaba.

Más alto, más bajo, más gordo o más delgado. Más o menos listo. No importa. Coge toda tu fuerza interior, todo lo que tengas y haz de ello una mezcla explosiva. ‘Diva’ será la mecha, y antes de que te des cuenta, te habrás convertido en una bomba. Cuando llegue el momento, reventarás y dejarás que todo el mundo vea cómo eres, con tus aciertos y tus fallos, y, de verdad, te dará igual.

‘So if diva means giving your best, then yes, I guess I am a diva.’ – Patti LaBelle.

BSO de un paguita, II. ‘A new day has come’

¡Menuda semana llena de cosas por hacer! He pasado todo estos ‘peazo días’ de sol encerrado entre apuntes y powerpoints. Pero bueno, estamos aquí, en una nueva entrada sobre la banda sonora de mi vida, y es lo que importa ahora mismo. 

Esta vez traigo un CLÁSICO, es más me juego el cuello a que todos lo habéis escuchado alguna vez. Señoras y señores, princesas y princesos, con todos ustedes… Céline Dion y su ‘A new day has come’! youtube.com/watch?v=NaGLVS5b_ZY

Sí, sé que entre Whitney Houston y Céline Dion, mis entradas sobre música son lo más gay sobre la faz de la Tierra. Pero os prometo que ya mismo llegarán cosas más normalitas. O eso espero.

Esta canción lleva conmigo mucho, muchísimo tiempo, como unos 10 años. Sé que salió a la luz en el 2002, pero yo tardé algo más en descubrirla, aunque… Thanks God I did it! Esta canción me gusta. Es obvio. Pero me gusta especialmente porque creo que refleja las cosas que más sintonizan con mi forma de ser. Trata de amor, está claro, pero también de positividad, de ser fuerte. De aguantar. Y de esperar un nuevo día, de buscar un nuevo sol. 

Como el que todo que me esté leyendo desde el principio sabe, estas semanas han sido durillas. Pero siempre intento dejar las cosas difíciles atrás, y continuar, con la esperanza de que mañana sea mejor. Y eso, señores, es precisamente lo que siento con esta canción. 

‘Through the darkness and good times, I knew I’d make it through.’ – Céline Dion.

Diario de un paguita, III. ‘What I am meant to be.’

Hace casi una semana de mi anterior entrada, y la verdad es que ya iba necesitando un nuevo desahogo. 

Anoche celebramos el cumpleaños de una de mis compañeras de piso, y ya sabéis, lo típico: botellón y de discoteca. Nada del otro lunes. Estuvimos un par de horas en casa de un amigo, bebiendo y riendo, just chillin’ out. Y tras varias (varias, varias, y más varias) copas, surgió un tema que siempre me ha llamado muchísimo la atención: el talento. 
El caso es que había un chico (el dueño de la casa, además. Así, como dato) que defendía la idea de que todos nosotros tenemos un talento, un don. Que algunos lo descubren y otros no, pero que todos tenemos un ‘algo’ especial. Yo, por el contrario, siempre he pensado todo lo contrario: que hay gente que únicamente vino al mundo para respirar. Supongo que la visión de mi compañero es… demasiado azucarada. No sé, no termino de verlo. Quizás es que soy muy duro, pero no comparto esa opinión. Siempre he pensado que nosotros nos vamos construyendo, nos vamos desarrollando según nos convenga, y así es como prosperan en nosotros ciertos rasgos o habilidades. Pero todo saliendo únicamente de la necesidad.

Sin embargo, anoche, por unas horas, me permití ver el mundo como decía este chico. ¿Y si es cierto que todos hemos nacido teniendo un don? No ya sólo para actividades físicas, o incluso útiles. Quizás sea un fuerte sentido de lo correcto, o un gran poder de convocatoria. Por unos instantes, medité, pensé profundamente acerca de lo que podría haber en mí que pueda considerarse un ‘talento’. Y después de tanto darle vueltas, llegué a la conclusión de lo único reseñable en mí es una pequeña capacidad para hablar: un mínimo de elocuencia, o eso que solemos llamar labia (aunque tampoco para tirar cohetes). ¿Es acaso posible que ese rasgo especial se manifieste en otros campos? Mientras escribo esto, me doy cuenta de que esa ínfima habilidad con el habla quizás sea la causa de mi interés por las lenguas, y por ende, de una leve facilidad para aprenderlas. 

Es más, si de verdad me paro a pensar, veo que en realidad, no valgo para otra cosa. Yo no sé dibujar, no pinto, no calculo, no canto, y definitivamente no bailo. Intento escribir de vez en cuando, pero como estáis viendo, tampoco es mi fuerte. Mi única… razón de ser, son los idiomas. Y es así. He imaginado una situación en la que tenga que hacer otra cosa, y veo que no puedo, porque lo único que sé hacer es hablar: con la gente, de la gente, sobre la gente, en esta o aquella lengua, no importa.

No es algo muy asombroso, como son bailar y cantar bien, o saber dibujar, pero sin embargo creo que, para lo que podría haberme tocado, no está tan mal. Es más, probablemente acabe viviendo de esto, y no me importuna para nada esta idea. Por supuesto hay gente que tiene una facilidad aún mayor, y que tienen muchísimo mejor nivel. Pero, ¿qué más da? Disfruto con el simple hecho de poder hablar con otra persona sin importar de dónde sea, sin tener que verme trabado con los límites del idioma. Y sinceramente, pienso que es lo único que importa, al fin y al cabo. Siempre fui muy, muy, muy ambicioso, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta que quizás puedo ser feliz sin estar en la cima. O, mejor dicho, alcanzando mi propia cima, y no aquella en la que se fija todo el mundo. 

Bueno… Todo esto venía al tema de los dones. Creo que yo he encontrado el mío, y, con suerte, podré vivir de él y compartirlo durante toda mi vida. ¿Hay algo que nos realice más como ser humano que eso? Al menos para mí, no. Y, entre nosotros, os aseguro que me siento muy afortunado de ver que no soy una persona sin oficio ni beneficio. De ver que mi naturaleza tiene un futuro, más prometedor o menos. I don’t care. 

«Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo» – Arquímedes.